Epidemia de
nostalgias, azotando y arrasando. Nostalgias prohibidas, perdidas y que hacen
que mis labios suspiren loas profanas y que mi pecho se desgarre ante el vacío
y lejano calor.
Nostalgias que
me hacen vivir añorando el dulce y cálido hálito que acompaña la pasión. Condena
que tiraniza a este quien no es digno rival y no resiste.
Me refugio
un parpadeo entre los brazos del quisiera. Luego lleno esa ausencia con
frugales sonrisas y tareas que revisto de solemnidad y trascendencia… pero sigo
esperando.
Y esas
nostalgias se hace eternas, se hacen dueñas y van apagando el brillo de unos
ojos que sonreían ante tu presencia.
Y algunos
escandalizados han de condenar, pero este añorar es como la lluvia en el
desierto. Se da entera y espera ver florecer… y ha de seguir esperando sin
dejar de darse.